Hacía mucho tiempo no se veía una Bombonera feliz. Tan feliz. A la gente de Boca se la hace feliz con poco y esta vez le dieron mucho. Cuatro goles, seriedad defensiva, valla invicta, gritos de todos sus goleadores. Y, fundamentalmente, un equipo lógico, a la medida de Boca. Sin rarezas, simple, efectivo. Y de la mano de la sencillez llega todo lo demás. Seis triunfos consecutivos, la punta, la coreografía de los flashes en las tribunas, el vals, los aplausos hasta para el técnico, que hace apenas unos días se había ido reprobado, silbado, abucheado.
No queda claro cuándo fue el click del equipo. O de Gago, puntualmente. Habría que señalar Alianza Lima como un mojón en la historia por muchas razones. Estaba claro que la eliminación a manos de los peruanos era tocar fondo, pero un fondo muy profundo, muy oscuro, que será muy difícil de olvidar: cada vez que haya fecha de Libertadores, lo recordaremos. Este lunes trataremos de ni ver un sorteo donde aparece Central Córdoba. Y Boca no. Se sabía que Gago -un Gago al que lógicamente se lo daba por despedido- debía cambiar todo lo que había hecho o irse. Y Gago cambió todo. Ya había hecho bastante en la vuelta con Alianza, poniendo una formación que no dista mucho de la actual, y de hecho se ganó el partido pero no alcanzó. Alguna vez los penales podían darnos vuelta la cara.
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A partir de ese momento, desapareció el Boca de los extremos a rajatabla, de las posiciones inventadas, un Boca forzado. Y apareció este Boca que tiene más que ver con su historia, su idiosincrasia y su esencia. Casi un Boca bianchista. En el segundo tiempo, cuando entró Battaglia y quedó armado con una suerte de triple 5 (Belmonte y Delgado, los otros dos) más un volante suelto, fue casi un homenaje a aquellos equipos rocosos, efectivos, sin tanto brillo pero múltiples ganadores. Duró un suspiro porque enseguida llegaron más variantes y en cancha terminó un modelo 4-3-3 made in Gago, con extremos. Pero da la sensación de que el técnico entendió que el camino a la victoria es el otro. Y que sus gustos particulares, el chocolate que rompe la dieta, es para momentitos. Sólo eso.
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Dentro de este escenario, hay jugadores para destacar. Giménez, el primero. No sorprende ya que la gente se rompa las manos cuando la voz del estadio canta la formación. Milton es el 9 de Boca, le pese a quien le pese, y más allá de la alegría que le representan a la hinchada los goles de Cavani, un mimado más allá de todos los dolores de cabeza que nos dio, desde lesiones hasta eliminaciones -como esta última- en las que tiene un alto grado de responsabilidad. Y así como Giménez es el 9 -capaz de meter una bomba y una definición picadita en los mismos 90 minutos-, el 5 es otro Milton: Delgado, el pibito que corrió de atrás a todos los 5 que trajeron y es el que mejor juega. Lúcido, esforzado, simple, criterioso, técnico y luchador. Y el 2 es Di Lollo, que siempre cumple, que raspa y cierra, que gana de arriba y de abajo, y cada vez se entiende mejor con Rojo: así se arman las defensas (y los equipos), con rodaje y conocimiento. A Palacios parece faltarle una marcha, pero no podemos arrancar con eso un día que mete dos asistencias y algún otro exquisito pase filtrado (a Cavani, que Merentiel por poco no transformó en gol). Blondel le ganó el lugar a Advíncula y el lateral izquierdo es Blanco, no Saracchi, por más que se repita. Una pena lo de Alarcón, que sea nada. Belmonte entró bien (gran pase en la jugada del 3-0), puede ser un buen suplente. Zeballos se anotó una asistencia y Merentiel un gol en los 25 minutos que le dieron. Ah, feliz cumple, Marchesín: debe estar contento de celebrar sus 37 años con una valla invicta, eso les preocupa mucho a los arqueros y está bien.
Seis triunfos consecutivos en el ámbito local no es algo de todos los días ni de todos los años. A Boca no le pasaba desde el comienzo de la era Russo y terminó con un festejo grande, arrebatándole el título a River en la última fecha. Eso sí, no nos confundamos: Independiente Rivadavia, Banfield, Aldosivi, Rosario Central, Central Córdoba, y este Defensa y Justicia de Pablo de Muner, un Hansi Flick criollo. No hay cucos en esta lista. Y antes de todo esto, el equipo cayó frente a Racing, un rival importante. Y en el medio quedó eliminado en un repechaje. Entonces: no esto la octava maravilla. Es, sí, un Boca que empieza a salir del fondo y se asoma a la punta de la tabla. Llegarán compromisos más exigentes y es bueno que el equipo se vaya aceitando para cuando se presenten. Así, con el estilo de Boca. Es un primer paso importante, pero es sólo eso: el primer paso. Festejemos, disfrutemos, moderadamente o como cada uno quiera. Pero sin exagerar. No estamos para darnos otro golpe.
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