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Pablo Lavallén, la depresión y por qué no se habla del suicidio en el fútbol

El entrenador cuenta la difícil etapa que atravesó cuando jugaba en México y cómo logró salir de eso gracias a la fe. Además, expone que en el fútbol no se aborda el tema del suicidio por temor y plantea que la clave está en preparar a quienes trabajan de formadores en inferiores.

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Por Federico Bajo
Pablo Lavallén

Cuando dejó el fútbol en 2007, Pablo Hernán Lavallén se dedicó a atender un kiosco. En aquel entonces, el actual director técnico, que por ahora se encuentra sin equipo, buscaba tener un motivo por el cual levantarse a la mañana, una responsabilidad en la que pensar. El lunes siguiente al fin de semana en que vistió por última vez la camiseta de Platense como jugador profesional, comenzó a trabajar en el negocio que había ideado junto a su padre para evitar sentir el vacío que provoca el retiro del fútbol. Esa fue su vida durante un año.

“Dejar de ser futbolista es muy difícil. Mi carrera duró 16 años, pero desde que empecé a jugar y a competir, a los seis, fue siempre la misma rutina. Días de entrenamiento, de concentración, de partido y de descanso. Cuando eso se corta es muy complicado saber qué hacer con el tiempo y no caer en lo que les pasa a muchos que es la depresión y sentir que ya no tiene sentido la vida. Tenés 35 o 40 años y el fútbol sigue, pero ya te bajaste del tren”, reflexiona Lavallén, desde su casa y por videollamada.

Un resumen frío de su trayectoria podría ser el siguiente: como jugador se formó y debutó en River en 1990, con el que ganó los Apertura 1991, 1993 y 1994 y la Copa Libertadores 1996. En la Argentina, además de Platense, también jugó en Huracán de Parque Patricios y su homónimo de Tres Arroyos. En el exterior solo lo hizo en México, primero defendiendo los colores de Atlas y luego en Veracruz y en los extintos Real San Luis y Coyotes de Sonora.

En 2016 comenzó como entrenador de primera división en San Martín de San Juan. Más tarde siguió por Atlético Tucumán, Belgrano de Córdoba y Colón de Santa Fe, al que condujo a disputar la primera final internacional de su historia al ser subcampeón de la Copa Sudamericana 2019. Pero estos datos son apenas un atisbo que no alcanzan para comprender quién es Lavallén porque, como él mismo repetirá varias veces a lo largo de 50 minutos de charla, “el ser humano es mucho más complejo que las cosas que posee o consigue”.

A pesar de haber planificado su vida luego del fútbol, no esquivó lo que también le sucede a varios de sus colegas: caer en depresión. A él le tocó en 2003, aún en actividad, cuando arribó a México por segunda vez. Hoy, mucho tiempo después de superar esa etapa, abre las puertas de su intimidad y cuenta lo vivido en diálogo con TyCSports.com. “Mientras jugaba en San Luis Potosí me di cuenta que ese camino que había soñado de chico se empezaba a dar. Desde muy pequeño imaginé que en ese momento estaría pleno y feliz, pero descubrí que, más allá de haber logrado un montón de cosas a nivel familiar y laboral, no estaba tan bien y tan completo como esperaba. Esa insatisfacción me despertó una angustia que fue aumentando. No entendía cómo podía ser que tuviera todo lo que anhelaba de chico y no lo disfrutara como soñé, confiesa.

A partir de ahí pensé un montón de cosas. Seguramente eso iba a desencadenar en dejar el fútbol o empezar a consumir algo que tape ese dolor. Fueron un par de meses y rápidamente pude salir, pero no sé hasta dónde podría haber seguido ese problema. No tenía ganas de levantarme para ir a entrenar a pesar de que estaba bien en mi carrera y era el capitán del equipo. Comencé a preguntarme para qué hacía eso, si valdría la pena, continúa con su relato el entrenador de 48 años.

Lavallén gesticula con los brazos mientras revela una de las épocas más difíciles de su vida. “En ese entonces también sufría de lo que hoy se conoce como ataques de pánico, que en esos años creo que ni siquiera se sabía lo que era. En mi caso no podía dormir si las puertas no estaban cerradas con llaves y no soportaba estar a oscuras. De hecho, dormía con la puerta de mi habitación cerrada con llave y con la luz prendida. Me costó estar solo. Cuando tenés ataques de pánico te obsesionás con que te observan, con que alguien está escondido detrás de la pared o te va a salir de abajo de la cama, todo ese tipo de temores”, describe acerca de la etapa que la transitó solo, tras su paso por Huracán de Parque Patricios, porque su familia se quedó en Buenos Aires.

El exentrenador de Colón, que como jugador arrancó de volante central y después se reinventó como lateral izquierdo, logró superar aquel oscuro período gracias a la fe. “Antes era creyente, pero no iba a la iglesia. Hasta que encontré a un pastor evangélico que fue a mi casa, hablamos muchas horas. Le conté que le tenía miedo a la soledad y que cuando estaba en un lugar lleno de gente no quería hablar con nadie. Él me dijo que necesitaba de Dios. Al principio no entendía mucho, pero cuando se fue me di cuenta que había pasado un rato largo pensando en lo que hablamos y no había cerrado la puerta con llave ni había prendido las luces. Ahí entendí que estaba Dios y desde entonces a mi vínculo con él lo adopté como una forma de vida. No es una religión, que muchas veces pasa por la repetición y la estructura. Dios es mucho más que eso”, resalta. 

Para Lavallén, México resultó su tierra prometida. Allí alcanzó su plenitud como futbolista -fue ídolo y capitán de Atlas, donde jugó entre 1996 y 2001-, vivió el peor momento de su vida y, como él mismo aclara, también nació de nuevo. “Ese día me explotó la cabeza y hoy soy otra persona. Fue un momento muy duro que desencadenó en lo mejor que me pasó en la vida, asegura.

Si bien él encontró en la fe una salida para la depresión, son muchos los futbolistas o exjugadores que no lo logran y, ante la falta de ayuda, algunos incluso llegan a tomar la decisión de suicidarse. A eso lo vivió de cerca en 2003 cuando el arquero Sergio Schulsmeiter, con quien había compartido plantel en Huracán, se suicidó en su departamento. En el último tiempo, uno de los casos más impactantes fue el de Julio César Toresani, que en 2019, ya retirado, se ahorcó en un hotel del predio de la Liga Santafesina de Fútbol. En 2015 la Federación Internacional de Futbolistas Profesionales (FIFPro) reveló un estudio en el que concluíaque el 38 por ciento de los jugadores en actividad informaron síntomas de depresión y el 84 por ciento manifestó que no reciben apoyo durante su carrera para abordar esta problemática.

Por esa razón, Lavallén ahora no solo cuenta su experiencia, sino que también plantea, desde su óptica, cuáles son las razones. En el fútbol no se habla de esto porque hay temor. Uno a veces tiene el prejuicio de ser rechazado si le cuenta a un compañero, un amigo, un familiar o un hincha que lo que hacés, la familia que formaste y el dinero que ganás, no te llena. Lo primero que te van a decir es que estás loco, si tenés la vida soñada. Me parece que se habla solo cuando ocurre una tragedia. Los futbolistas, o los que están retirados como en mi caso, deberían prever esto”, expone.

“El futbolista vive emociones que a veces lo hacen estar arriba y otras muy abajo. Si eso no lo lográs manejar, en algún momento podés tomar decisiones como la del Huevo, aunque se piense que nunca llegará a ese extremo alguien que logró lo que a cualquier argentino le gustaría hacer, que es jugar al fútbol en primera y ser relativamente conocido. Me encantaría que desde Agremiados haya algún tipo de ayuda profesional con psicólogos para este tipo de casos porque estoy seguro que debe haber muchos más de todos los que nos enteramos, propone.

Un problema que también se repite en inferiores

La depresión y el suicidio no afecta solo a los futbolistas profesionales. En 2020 los juveniles Alexis Ferlini y Leandro Latorre, que tiempo antes habían quedado libres de Colón y Aldosivi, respectivamente, se quitaron la vida. Acerca de este tipo de tragedias, Lavallén, que trabajó durante cinco años como formador de jugadores en las inferiores de River, clarifica: “Hay que poner el acento en las personas que trabajan con los chicos. Me ha tocado dirigir a jóvenes de 10 años en adelante y es difícil decirle a un chiquito que se tiene que ir del club en el que está hace tres o cuatro años y dejar a los compañeros porque quedó libre. Ese siempre era el momento más difícil del año porque los chicos se ponen a llorar. Incluso, hasta resulta cruel, pero es parte de la formación del futbolista. Por eso, en inferiores, los clubes tienen que poner a quienes estén más preparados. Si a un chico de 8 o 10 años, en un partido, le decís que es un burro y no sirve para nada, cuando tenga 40 todavía se acordará de la persona que se lo dijo y en qué partido fue. Eso te marca”.

Para Lavallén también resulta fundamental preparar a esos juveniles que por diferentes causas no llegarán a convertirse en futbolistas. Son más los que quedan en el camino que los que llegan, pero nunca se sabe quién va a ser el que lo consiga. Los chicos tienen que saber que es una carrera que te enseña muchas cosas, pero que resulta muy difícil. En este país se ponen muchas etiquetas. Si llegás, sos un fenómeno; sino, un fracasado por el resto de tu vida. Eso frustra a muchos chicos. Además de futbolistas, se debe formar personas que aporten algo para la sociedad, concluye.

Pablo Lavallén

La ausencia de proyectos en el fútbol argentino

Cuando habla sobre fútbol, Lavallén evidencia ser un apasionado por su profesión. En ese instante es cuando se impone y reluce su faceta de entrenador. Los proyectos tienen que ser de los clubes. La identidad de juego debe ser patrimonio suyo y no de los entrenadores, porque nosotros vamos y venimos. A partir de ahí se puede agrupar a una cantidad de técnicos que estén más emparentados con la idea. Por eso si realmente existieran proyectos futbolísticos, se equivocarían menos en la elección de los técnicos porque muchas veces se contrata a quienes tienen un perfil totalmente opuesto al que se ha desarrollado en una entidad durante toda su historia”, detalla Lavallén, que mientras jugaba en River compartió plantel con Marcelo Gallardo, Diego Cocca y Hernán Crespo, quienes hoy también se desempeñan como entrenadores. Los cuatro son parte de una joven generación de técnicos con un perfil similar y un estilo influenciado por la historia Millonaria.

Las dificultades que enfrentan los clubes del interior

Desde que inició su camino dirigiendo planteles de primera división, Lavallén ha estado en clubes del interior del país. En ese camino notó las dificultades que deben afrontar las instituciones que no están establecidas en Buenos Aires. “Es difícil que, a la hora de elegir, un jugador quiera ir a jugar a San Juan porque saben que la vidriera del fútbol en la Argentina está en Buenos Aires. A mí me ha tocado pasar por San Juan, Tucumán, Córdoba y Santa Fe y el jugador, entre jugar en Talleres o Belgrano, que son grandes de la provincia, por ejemplo, prefieren a Defensa y Justicia, Arsenal o Argentinos Juniors, por el hecho de que tendrá más difusión todo lo que hagan. Entonces a quienes tienen que armar equipos en el interior se les dificulta un montón. Los podés seducir con participar en alguna copa internacional, con que el club está bien y va a ganar más plata, sino es muy difícil que accedan”, cierra.

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