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Jugó con Maradona, es excombatiente de Malvinas y contó la verdad sobre el 10 y su etapa en Parque

Jorge Pérez, el arquero campeón con el equipo de Villa del Parque, reveló la intimidad de aquellos días en los que el Diego se unió al plantel.

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Por Matías Morales
Diego Armando Maradona en Parque

"En la vuelta de la final metió cinco goles, ganamos 7 a 2 y el partido duró 5 horas porque la gente se metía a la cancha todo el tiempo", cuenta Jorge Pérez, el arquero de aquel equipo de Club Parque en el que jugó Diego Maradona mientras cumplía con su suspensión por doping positivo impuesta por la FIFA. Tomando un café y siempre con un cigarrillo en la mano, a pocos metros de donde vivió la hazaña deportiva de su vida, el compañero del Diez relata la intimidad de cada encuentro, los momentos compartidos afuera de la cancha y los festejos de la noche del campeonato.

En San Vicente, una ciudad del conurbano que queda a poco más de una hora del Obelisco, apareció Diego para debutar en un partido oficial de fútbol de salón. "Cuando nos acercamos a la cuadra del club, estaba todo cortado", explica Jorge, mientras agrega que esa fue la primera vez que lo vio. En la puerta, el boulevard que divide la calle a la mitad está colmado de gente. Al entrar, la explicación del furor se personifica en Diego Armando Maradona.

Vestido con una casaca de la Sampdoria, un shortcito genérico negro y medias rojas con rayas blancas, Maradona hizo seis de los nueve goles que convirtió Parque en la noche. En los pies se puso unas zapatillas Puma de color blanco y con los cordones desatados. "Él tenía el empeine así, y por eso no se ataba los cordones muchas veces", recuerda Pérez al mismo tiempo que hace una montañita con su mano emulando la forma de los pies.

Con la presencia del Diego, las camisetas Reusch que tenía el Club Social y Deportivo no podían ser utilizadas como cada fin de semana. Por aquella cuestión comercial, los conjuntos para vestir a todos sus compañeros los puso Jorge: "Esa ropa era la que usábamos con mis amigos para ir a jugar a los torneos". Gracias a ese inconveniente con las marcas en el que nada tenía que ver, se llevó a su casa la prenda azul utilizada por el 10.

Jorge Pérez y la camiseta de Maradona
Jorge Pérez (el 2do de arriba) y sus amigos con la camiseta que utilizó Parque en San Vicente.

En la carrera de un joven arquero, ir a combatir en la guerra de Malvinas fue un antes y un después. "En las Islas estuve 96 días -relata-, y cuando volví tenía congelamiento en la pierna izquierda. Por eso me terminé dedicando al fútbol de salón, pero yo antes jugaba en 11".  Mientras sigue fumando, recuerda que en aquel infierno vivió los peores momentos de su vida: "El primero fue durante el combate en sí, y el otro cuando bajaron la bandera argentina y subieron la inglesa. Lo vi desde el hospital que estaba en Puerto Argentino". 

Por eso, aunque para muchos puede haber significado una pequeña revancha, aquella actuación de Diego ante los ingleses no causó lo mismo en Jorge. Cuando sale el tema, dice que fue una hazaña deportiva increíble, pero que nada tiene que ver con la guerra: "Yo no mezclo lo deportivo con lo de Malvinas, porque para mí Malvinas es una historia aparte. Y te digo más, yo no le tengo bronca a los ingleses. Cuando estuve prisionero, me trataron mejor ellos de lo que me trataron acá. Cuando estábamos volviendo los que hablaban español nos pedían perdón porque no entrábamos bien en el camarote".

En el fútbol de salón, Parque era el equipo número uno a nivel nacional. Durante muchos años, los mejores jugadores que surgían de las categorías infantiles en el club iban después a cancha de once en Argentinos Juniors. Más adelante en el tiempo, Boca también se convirtió en un destino para varios. 

En aquel plantel que se llevó el 91' -ganó ambos torneos-, sobraban los nombres. Christian Trapasso, Silvio Rudman, Checho Batista y Ricardo Caruso Lombardi eran de los que más destacaban. Además, también jugaba el Chino Batista, el mayor de los hermanos. "Es el mejor jugador que vi en el fútbol de salón", dice Jorge.

La llegada de Maradona al equipo aumentó aún más la sensación de que jugar contra Parque era perder casi sí o sí. "Cuando yo dirigía en Pedro Lozano, antes de empezar el campeonato mirábamos el fixture porque sabíamos que esa fecha era la peor de todas", confiesa Pérez. 

Maradona

La aventura de Maradona en el fútbol de salón duró al rededor de un mes, y además de ir los fines de semana a los partidos, cada tanto se presentaba a entrenar en el club de Marcos Sastre y Cuenca. Esporádicamente, algún que otro martes o jueves, los días de entrenamiento del plantel, aparecían el peinado italiano, los aritos y el ineludible olor a perfume de Diego. 

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En la cancha, Diego hace jueguitos, tira caños y cada tanto después de algún lujo para de jugar, vuelve para atrás y arranca otra vez la jugada. Después de un puntinazo abajo, lo mira a Jorge, se ríe y le dice: "Andá a buscarla". "Corriendo para adelante te mira, te apunta y cuando pensas que se la vas a sacar se mueve en una baldosa y te deja pintado", explica con la misma cara de asombro que tenía cuando sufría por la magia de Pelusa.

Afuera de la cancha, su excompañero lo recuerda como tantos otros: "Era uno más". Incluso con la revolución que significó, la llegada de Diego los hizo sentir más cómodos a todos. Otro aspecto que se repite sobre el 10 es la multitud de gente que siempre lo persiguió vaya donde vaya. Ese magnetismo significaba que esté donde esté, iba a atraer a las personas. "Cuando se corría la bola de que estaba Diego tenían que cerrar la puerta", recuerda Pérez. 

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Jorge Pérez no puede dormir. Es jueves a la noche y está en su casa pensando que al día siguiente jugarán la vuelta de la final. En Olivos perdieron 2 a 1. Aunque estaba Maradona, su presencia no alcanzó. "Allá -de visitante- jugó 10-15 minutos y salió. Algunos días tenía unas locuritas que le agarraban y estaba un poco cruzado", señala mientras toma un café en la puerta de Parque. La confianza y el nivel estaban, pero no había margen de error y el estomago le presentaba los mismos nervios que cuando tocaba un examen importante. "Esos que te pegan en la panza", dice. 

A las 8 de la noche del viernes, llegó al club. En aquel entonces era muy distinto al edificio actual, donde hay gimnasio, varias canchas y un estadio de futsal en el último piso. Para entrar pasó por la misma puerta de todos los días, pero esta vez con un montón de gente que no lo dejaba pasar. Cuando llegó a la cancha, camino al vestuario, vio a Claudia en la tribuna. "Ahí me quedé tranquilo", comenta. 

Las gradas eran cuatro o cinco escalones de cemento, y el público casi siempre se ubicaba ahí. Otros elegían ir atrás de los arcos. Esa noche, solo los que llegaron muy temprano pudieron elegir su lugar, el resto se ubicó donde pudo. Desbordadas como el Estadio Azteca en el 86, las tribunas no tenían espacio ni para un alfiler. Como en los partidos por plata que se juegan en los potreros, varios estaban parados sobre las líneas que marcaban la cancha. "Ese día formamos conmigo al arco, el Checho, el Chino, Diego y el Monito Giménez", explica. 

Maradona
Diego en San Vicente.

Diego hizo cinco goles. Parece que la "locurita" la había dejado en Olivos. En el equipo visitante atajaba Omar Curti, un gigante de casi 2 metros que también estaba en la Selección. Mientras fuma, se acuerda del abrazo inolvidable con el 10: "En una quinta falta -un tiro libre sin barrera-, Diego la acomodó, pero el otro tapaba todo el arco. Minutos antes de eso, yo había atajado una pelota increíble, no sé ni cómo hice. Cuando hizo el gol, aunque nadie sabía como la metió donde la metió, la gente se metió a la cancha. Él salió corriendo y me abrazó a mí solo. Ese momento no me lo voy a olvidar nunca más". 

Cuando terminó, los guantes del arquero campeón se los llevó un colega que en ese entonces militaba en las inferiores de Argentinos Juniors: Luciano Castro. Quien años después se convertiría en actor, estuvo atrás del arco que defendía Jorge y se quedó con el regalo. "Yo no usaba guantes, era raro para agarrar la pelota, que era chiquita y encima salía como una bala, pero me obligaban por un tema de patrocinio", confiesa. La camiseta se la quedó, y todavía la tiene en la casa. 

Después de dos horas, salieron todos juntos del vestuario y en caravana se fueron a la Cervecería López, ubicada en Álvarez Thomas y Av de los Incas. Entre 20 y 30 personas invadieron el lugar para festejar todos juntos. Cuando terminaron de comer, Pelusa sacó un fajo de billetes gigante y pagó todo él. Al mismo tiempo, le dijo a Claudia que se vaya con las nenas y los muchachos se fueron a Ponciano, un boliche que estaba frente a la cancha de River. "Eran las 6 de la mañana y yo no daba más, pero la mayoría no paraba. Después de la tensión que sentí en la final, y la hora que era, me fui a mi casa porque estaba muerto". En ese momento, Jorge Pérez todavía no lo sabía pero se despediría de Diego Armando Maradona para siempre: "Tiempo después dijo que iba a venir a un asado, pero nunca llegó -cuenta-. Esa noche que salimos campeones fue la última vez que lo vi".

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