El regreso de Aldosivi-Alvarado tuvo más color y folclore que fútbol
Se lo esperó 27 años y, si bien no estuvo a la altura en la cancha, al menos se reinstaló en el fútbol nuestro de cada día.
La criatura estuvo enterrada durante 27 años. Intentaron mantenerla en ese estado el mayor tiempo posible. Molestaba su recuerdo, inquietaba que sus espíritus salieran a la superficie y reencarnara en jugadores actuales. Era preferible para el establishment que su recuerdo no alterara la tregua entre dos parcialidades que se juraron venganzas vacías. El mito y el recuerdo desvirtuado por el paso corrosivo del tiempo genero cánticos y cruces en redes sociales de individuos que nunca habían visto el clásico. Imaginaron o visualizaron un partido que nunca se jugaría. Pensaron en esos fantasmas que querían salir de esa tumba y que cierta parte de la sociedad prefería que siguieran enterrados hasta el olvido final. Que el folclore del fútbol llevara este clásico a una añoranza con telarañas.
El derruido estadio José María Minella hizo dudar aún más la vuelta de este clásico que llegaba debido a los caprichos de este torneo de la Primera Nacional y la inclusión de los partidos interzonales. Su deplorable estado hizo que se dudara de su realización. Se barajaron distintos escenarios fuera de la ciudad. Se temió que se fuera de su tierra basal. Allí sonaron las alarmas y el operativo regreso se activó. Se unieron las partes implicadas, se pusieron los pantalones largos, dejaron resquemores arcaicos y se pensó para adelante. El clásico volvía después de 27 años pero dependía de los organismos de seguridad. Despejados esos densos nubarrones oscuros, la ciudad empezó a latir “su” partido sacado del arcón de los recuerdos. Los jóvenes de las hinchadas lo verían por primera vez. Los más veteranos reencontrarían sensaciones ambiguas de un encuentro que tuvo páginas de gloria y muchas que ingresaban en la sección policiales de los diarios La Capital y El Atlántico.
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La charla de café se instaló de nuevo, con ciertos pruritos. Los interlocutores de esa infusión al paso por 12 de octubre o por la avenida Jara se preguntaban primero si se jugaría, si sería con gente, si se iba de la ciudad, cuánto costaría la entrada y muchos directamente hablaban de sus preferencias pero en raros casos conocían dos o tres jugadores de los planteles. Muy atrás las historias se posaban en el Diablo Débole, Dante Esteban Albornoz, Pablo Corti, Oscar Dellaroca, Hugo Subiledt, el “cato” Cortadi, Edgar Videla, Pancho Rago, la Pepa Irazoqui, los hermanos De Llano, los hermanos De Pedro, Esteban Solabarrieta, el “tato” Vidal, Claudio Bianchi, César Serradel, Hugo Molteni, Hugo Galvarne, la Tita Rizzo, el Negro Ortega, el Látigo Benz, Batata Montechia, Gustavo Noto y tantos otros que pusieron ladrillo por ladrillo para crear esta historia interrumpida por errores propios y ajenos.
En esa línea de tiempo también aparece aquel hiriente 13 a 0 del Tiburón sobre el Torito en el desaparecido Estadio San Martín que aún hoy genera una burla que durará toda la vida, más allá del contexto de aquel irregular cotejo.
Aldosivi vs. Alvarado: la llamativa herramienta que cayó desde las tribunas del José María Minella
El 0 a 0 de este último sábado, después de esperar tanto tiempo, no estuvo a la altura. La gente de Aldosivi respondió pero costó pagar su entrada en una Mar del Plata jaqueada por la inseguridad y la desocupación, primera en esa indeseable tabla de posiciones, lugar que ni Alvarado ni Aldosivi ocupan jugando al fútbol en la segunda división. Atrás quedó el penal no sancionado por Arasa tras la infracción clara sobre Guido Vadalá. Poco más en el regreso del clásico olvidado.
Se rompió el hechizo que se había instalado sobre este clásico. Las autoridades locales no querían ni hablar ni poner en agenda este partido mufado, luego se subieron a la moto y se sacaron la foto de unidad en el aniversario de los 150 años de La Felíz. Realidades y miserias de una ciudad con contrastes.
Lo importante es que se instaló de nuevo la jerga futbolística autóctona. El pasado ya volvió a ocupar el estante que le corresponde a la historia del balompié vernáculo. Los más pibes ya pueden decir: “yo vi el clásico” y a partir de él, se volverán a tejer historias contemporáneas en tiempos de redes sociales.
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