Indignado, caliente por el fin de una era, el hincha de River se preguntaba después del partido si Boca podía/debía festejar lo que había logrado. En una actuación pobre, con un gol en el que hubo foul (hermoso cómo Tevez durmió a Maidana), frente a un rival claramente disminuido, contra un arquerito que a los 21 años no había debutado ni en Reserva, sufriendo hasta el final. Y la respuesta es clara: ¡sí, cómo no vas a festejar, Boca! El solo hecho de imaginar lo que hubiera pasado si perdía, valida la celebración. Aunque hay que hacer una aclaración necesaria. Lo que se festeja no es fútbol: es el cambio de la suerte de una vez por todas. El final de una racha nefasta. Del culo a prueba de balas. El fútbol es otra cosa y puede esperar. Esta vez había que ganar. Y Boca ganó.
Así como se dieron las cosas, es un festejo que dura un ratito, no mucho más que un desahogo, un grito desde lo más profundo de las entrañas. ¿Cuáles son los indicios de que cambió la mano? Este repentino brote de Covid 24 horas antes del partido, que entre los afectados de River hubiera grandes figuras, que encima Enzo Pérez haya salido lesionado, que el partido le diera a Boca una vida más en los penales después de un rendimiento espantoso, que el inseguro Rossi se haya transformado en el héroe y que Ponzio, justo Ponzio -emblema de esta era-, haya fallado el decisivo. Aquellos creyentes de la magia lo atribuyen al aura de Riquelme, que siempre tuvo de hijo a River. Pero seguramente Russo se habrá ido mucho más preocupado que Gallardo. Salvó su trabajo hasta el fin del semestre, pero el futuro es el reino de la incertidumbre.
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Es cierto que Boca pudo haberlo definido en modo Boca, en esos arrebatos donde consigue dar tres pases seguidos o aprovecha la velocidad de sus flechas. Tevez tuvo tres más contra el arquerito (incluido un mano a mano) y no pudo, un tiro libre de Villa se fue por muy poco, lo mismo un par de cabezazos de Izquierdoz, Pavón sacudió la red pero del lado de afuera... Pero es muy posible que, pese a todo, Boca deba replantearse el camino. Si bien es verdad que sobre el equipo se habían potenciado las presiones a partir de las desgracias de River, es difícil entender por qué no lo arrasó una vez convertido el primer gol, que debía liberarlo.
Hay falta de funcionamiento, excesiva confianza la resolución individual en desmedro de lo colectivo, decisiones poco fundamentadas del técnico y también jugadores que, pese a los años que llevan en el club, aún no entendieron que están jugando en Boca. El combo de los colombianos es un ejemplo. Cardona tiene una pegada maravillosa, muchas veces elogiada, pero ¿en qué estaba pensando cuando hizo esa ridiculez irresponsable? ¿Lo quiso boludear al arquerito? ¿Fue simplemente de canchero, de cabeza hueca? Fabra es un lateral que cuando va, lastima, pero ¿hasta cuándo habrá que seguir sufriendo los goles por su culpa? No son serios.
No son los únicos, claro: hay conclusiones apresuradas como creer que los chicos del medio son la piedra basal de la resurrección, y está todo por verse. La MVA suena muy bien para el marketing pero sería estúpido pensar que están afianzados. Pasó otro partido exigente -como Santos- y estuvieron lejos de destacarse. Pavón está todavía con el seteo de la MLS -fútbol pochoclero- y a veces va demasiado liviano a la pelota o da pases comprometidos que generan contras peligrosas. Buffarini no sabe contar: no se dio cuenta de que con su penal Boca había ganado, pero está perdonado porque traba hasta con la cabeza (tal vez por eso no le salgan las cuentas). Y lo de Russo con Rojo es injustificable: se hizo echar otra vez -aunque no le hayan mostrado la roja- y no cumplió con nada de lo que el técnico espera de él: no condujo, no brindó más solidez, no adelantó al equipo...
¿Qué queda? Carlitos. Su agresividad. Su entrega. Su liderazgo. Su jerarquía. Su viveza. ¿Se puede construir desde un tipo de 37 años? No. Pero eso es otra discusión. Ayer, metió un gol, clavó al ángulo su penal y se puso el dedito cruzado sobre los labios mirando a los allegados de River. Pidiendo silencio. Silencio, River.
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