Una motivación constante más allá del objetivo. Eso es la Selección Argentina. Así lo siente el cuerpo técnico y todos los jugadores de esto que llamamos Scaloneta. Es un equipo que se festeja al calor de la competitividad. No conoce el término “amistoso”, recordar el match preparatorio con Ecuador en la última Copa América. Las eliminatorias las juega con el rigor máximo, sin mirar que van primeros en la tabla y que clasifican seis equipos y medio de diez. Y ni hablemos de copas del mundo, copas América, Finalissima. Todo redunda en expresiones en su punto más alto, con buenos pasajes de fútbol o no tanto, pero con la convicción de que el partido, cualquiera sea, será de ellos. No ha cambiado nada la tercera estrella, es más, es una invitación a la permanencia en lo más alto. Y así debe ser, la historia del fútbol argentino es la trascendencia a lo largo de las décadas.
Este equipo llamado Selección tiene, claramente, sus líderes. Uno se despidió ayer. Lo de Angel Di María vale doble porque la dio vuelta como nadie. Paso de la vituperación a la idolatría. Repasen la cuestión porque no hay muchos casos así, casi ninguno. Alguien que sufría el escarnio por lesiones o lo que fuera logró dar un giro notable para llevarse los títulos y el cariño popular a la casa. Para quien esto escribe, Di María se ubica en un top 5 de máximas figuras de la Selección, detrás de Maradona, Messi, Passarella y Kempes. Miren si no la dio vuelta Angelito. Dejó la Selección pleno, siendo líder y figura cuando jugaba. No obstante, ello no resintió el andamiaje de la Scaloneta. Angel Di María dejó un legado que descansa en la actualidad de los que vienen y toman su posta.
Por supuesto, el gran líder de este equipazo llamado Selección es Lionel Messi, lesionado, administrando sus partidos en este último recorrido hasta que finalice su historia con la celeste y blanca. Cuando Leo está, es clara su incidencia porque, claro, sigue siendo el mejor. Para sus compañeros, para el técnico, para los rivales. Cuando Leo no está, Argentina resuelve bien su ausencia con un equipo que suple esa predominancia del fuera de serie con una intensidad colectiva e integral que se apoya en jóvenes ya consagrados y pibes que piden pista. Y, por qué no, en esa figura latente que es Paulo Dybala, quien no está pero siempre está. El ídolo de la Roma tuvo premio con la 10 en la espalda y lo festejaron todos, incluso más que el propio Paulo. Eso es también ser un equipazo. Un conjunto de celebridades no mareadas.
La Selección Argentina es algo que funciona bien en nuestro querido país. Que nos identifica a todos y que es motivo de orgullo y jactancia. Sin dotarle otros atributos más que el de ser un grupo de deportistas que hacen bien su laburo, generar hoy alegría y representatividad es realmente un bálsamo en nuestra bendita tierra. No es la idea que sublimemos nuestros quilombos en la Scaloneta ni tampoco pedirles posicionamientos de toda índole o expresiones que exceden a su disciplina, aunque quien quiera hacerlo, bienvenido, es interesante cuando los protagonistas salen de la órbita y, como figuras públicas, ver qué tienen para decir. Pero, la verdad, alcanza simplemente con lo que ellos hacen desde su labor, porque vaya si cumplen con su tarea. No podemos erosionar el hermoso aporte popular que la Selección brinda jugando a la pelota.
Es complicada la crítica en ciclos gloriosos, porque estamos ante historia viva y cuesta ponerla en perspectiva. Podemos decir que ayer el primer tiempo de la Selección no fue bueno y que le costó ante un rival bastante débil. Pero, la propia Argentina responde la crítica leyendo el trámite de la segunda etapa y encontrando los focos para terminar redundando un triunfo sólido, claro, argentino. Es decir, el de ayer no fue un partidazo pero la Selección fue un equipazo. El negocio de Scaloni es difícil de explicar y fácil de enseñar. Evidentemente.
Acá no se aburguesa nadie, es el lema qué tácitamente parece haber adoptado la Scaloneta. Incluso para el hincha, llegar a objetivos de máxima muchas veces genera una relajación. No estaría siendo el caso. Aún con la vieja guardia en son de despedida, podría pensarse bueno, ya dimos. Pero no, todos yendo por más, inclaudicables. Todos. Los que se están yendo, los que están y estarán por mucho tiempo, los pibes que están siendo invitados a ser la renovación. Argentina eligió permanecer en la hegemonía y no hay nada más motivador que esto. Claro, para que así sea, tenes que tener una mirada anclada en la trascendencia y en la estrategia que mira fuerte hoy y de reojo al mañana. Y además, tenes que tener un equipazo llamado Selección.