Todo está igual, nada ha cambiado. ¿Lo podés creer? Sin Messi y con Angelito Di María -viendo el partido desde el palco- la Argentina sigue firme. Chile le duró un tiempo al bicampeón de la Copa América. Ni la sabiduría de Ricardo Gareca alcanzó para moderar tanta distancia entre uno y otro. Fue 3-0 porque el Campeón del Mundo no detuvo su andar, aunque vaya ganando y su arco no pase sustos.
En el inicio de estas líneas, no faltará quien nos pretenda explicar que Chile es un equipo muy flojo, de los peores de esta eliminatoria sudamericana, cosa que es cierta, pero también se puede argumentar que tuvo una mejoría importante cuando intentó, y lo hizo en buena parte del partido que perdió ante la Argentina por 1-0.
Si el pasado 25 de junio fue Lautaro Martínez quien hizo el gol a dos minutos del final, esta vez el propio goleador estrella del Inter italiano entendió a la perfección qué hacer cuando llegó el pase desde la derecha, en el tercer minuto del segundo tiempo. Lautaro fue hacia el primer palo, pero dejó pasar la pelota y desairó a toda la defensa roja. Detrás suyo, apareció Alexis MacAllister y clavó un derechazo fuerte y bajo que llegó al fondo del arco. Golazo por la gestación, el lujo del Toro bahiense y la definición de Alexis, otro crack inoxidable.
En ese minuto 48, el partido retomó la tónica que envuelve a este maravilloso grupo de jugadores que nos representan, con Scaloni y sus ayudantes. Aburrió el partido en el primer tiempo, porque hubo demasiadas imprecisiones, Chile se agrupó bien y casi no sufrió. Flojo el medio albiceleste, hubo faltas fuertes de ambos lados y poca emoción en las áreas.
Bastó que llegara el gol de Alexis para que todo cambiara. La multitud -que no alcanzó a llenar el Monumental- acompañó mucho más, Chile perdió su orden inicial y la precisión de los jugadores argentinos siguió creciendo. El árbitro Valenzuela fue blando con algunas sanciones y el visitante emparejó con mucho esfuerzo. Sin embargo, el aclamado Dibu no pasó sofocones.
Nico González volvió a golpearse y debió salir, después de jugar en un extraño lugar, como puntero derecho. Scaloni mandó a Lo Celso y el equipo desplegó su juego preciso, muchas veces a un toque, desacomodando marcas y esfuerzos chilenos. No fueron tantas las situaciones para anotar el segundo gol, hasta que Julián Álvarez clavó un tremendo zurdazo, inesperado por su perfil, la violencia del tiro y adónde se metió la pelota. Final de juego para Chile, con una yapa para todos: el lucimiento de Paulo Dybala, que jugó con la número 10, lo hizo apenas quince minutos, pero estuvo enchufadísimo y cerró el resultado con un tiro perfecto que engañó a Arias y se metió junto al primer palo.
Chile será un recuerdo en algunas horas, pero lo que los millones de argentinos vieron por televisión es, nuevamente, a un equipo que sigue dejando altísima la vara, inalcanzable para casi todos. Solidez defensiva, un mediocampo de despliegue que cansa hasta a los que lo miran desde afuera, pero que reparte jerarquía, marca, talento y una inteligencia superior. Dos atacantes (Julián y Lautaro) que no tienen ningún pudor en jugar juntos, buscarse, quererse, ayudarse y asistir o convertir. Uno hizo el amago letal del primer gol, el cordobés metió ese zurdazo que hizo explotar a la gente.
Con suplentes que entran y se mueven como si fueran imprescindibles. Que lo son, claramente, a esta altura de este ciclo excepcional, irrepetible, envidiado por el mundo entero y que no baja ni por un rato su ambición de seguir siendo el mejor del mundo.
Foto: @fotobairesarg