La Selección campeona del mundo jugó el mejor partido del siglo en la altura de La Paz. Es una afirmación casi tan contundente como la victoria argentina, de principio a fin y sin contar con la siempre decisiva presencia de Messi.
Este tremendo 3-0 de la Selección capitaneada por Di María viene a ratificar que estamos en presencia de un equipo que no se duerme en los laureles de Qatar, sino que se pone el overol para trabajar en la complejidad de la altura para seguir creciendo.
Asumir como importante este segundo partido de Eliminatoria que siempre es incómodo, por lo que condiciona la altura a la postura futbolística, es un síntoma de que Scaloni sostiene la exigencia después de ganar lo máximo. Esa es otra buena señal que dio el equipo.
Argentina jugó un gran partido. Dominó la pelota a partir del triángulo que tuvo como vértice a MacAllister como contención, con De Paul y Enzo Fernández a sus costados. Julián se animó a presionar casi como si estuviera en el llano. Di María con sus apiladas ya reconocidas en la altura y Nico Domínguez con su disciplina táctica y aporte goleador completaron un 4-3-3 cortito que nunca perdió el control del juego. Los laterales estuvieron más contenidos y los dos centrales fueron dos fieras, como habitualmente. Un equipazo.
Cuando un equipo está bien parado las distancias que se recorren son más cortas y así se puede disimular mejor un ahogo momentáneo o directamente evitarlo. Eso se vio con claridad: hubo inteligencia para adaptarse a esa situación y el equipo nunca perdió la forma diseñada.
La cuestión anduvo tan tranquila que se lo podía ver relajado a Messi en el banco, totalmente confiado en sus compañeros. Nunca corrió riesgo el resultado, ni siquiera el dominio, favorecido el ritmo de juego que impuso la Selección por la expulsión que nos dejó con superioridad numérica. Ni así dejaron de pegar los bolivianos, que mostraron de ese modo su impotencia, su dificultad para recuperar la pelota ante el juego a uno y dos toques de la serena circulación argentina.
El campeón del mundo redujo a manejable el trauma que siempre fue para nosotros la altura. Se paseó por La Paz con una paz interior envidiable, un dominio del escenario y las condiciones, una confianza enorme en las propias fuerzas y en la superioridad sobre el adversario.
A veces se puede ganar en la altura, donde generalmente se pierde. En ocasiones se empata. Pero ganar así, con este nivel, con esta contundencia, con esta superioridad, es una empresa reservada sólo para campeones. Un gran comienzo de estas Eliminatorias, con la sensación familiar a la felicidad total por haber ganado la tercera.
Foto: Leonardo Fernandez/Getty Images