River ganó con claridad un partido de esos que pudo hacer cinco goles, ganar por goleada y terminó ganando apenas por un gol aunque jamás corrió riesgo la victoria.  No fue una actuación sobresaliente pero convengamos que es un torneo bastante chato, por decirlo de alguna manera. A veces podemos ser demasiado exigentes o no conformarnos con ganar cuando el equipo juega como contra Platense, por ejemplo. No resultó un buen partido. Tanto, que el PT motivó que el Muñeco metiera mano en el entretiempo como esas noches en las que no sale nada. Tres cambios. 

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Sin embargo, no cambió demasiado el rendimiento. Hasta que se desordenó un poco el partido, pasó de enganche Barco y a partir de sus apiladas y los desenganches a toda máquina de De la Cruz, las grandes figuras del partido, encontramos el gol. Los goles a decir verdad. Sin haber hecho demasiado pero siendo superior al rival con claridad.

La cuestión es la pregunta sobre la exigencia. La realidad es que en el marco de un año difícil, oportunamente señalado, el año sin éxito, esta victoria confirmó la clasificación a la próxima Copa Libertadores, objetivo de mínima todos los años pero que éste se transformó en prioritario dadas las circunstancias.

La exigencia viene con atenuantes este año porque las cosas no fluyeron. Es cierto que River tuvo un ratito en el que alcanzó una velocidad de juego infrecuente en el fútbol argentino. Después del primer gol especialmente, el equipo se soltó y tuvo un rato en el que parecía que lloverían los goles, como pasó por ráfagas incluso este año. Cuando Barco se liberó de la banda, hizo daño con sus apiladas difíciles de adivinar. La previsibilidad que tiene por la raya izquierda, en la que todos saben que va a enganchar hacia adentro, se transforma cuando va por el medio y los rivales, los camarógrafos, los hinchas y los compañeros no saben para dónde va a encarar. Esa incertidumbre le complica la vida al defensor y en ocasiones también le desequilibra la cintura. 

Apoyado en otra sólida noche de Enzo y con el desdoble ya mencionado de De la Cruz, el equipo sacó la diferencia y luego sostuvo sin mayores sobresaltos pese al descuento del silbado Zárate después de un tiro del pibe Taborda, que juega muy bien. River pudo haber hecho algún gol más pero nos faltó un puntito en la definición. De la Cruz, Suárez y Beltrán tuvieron ocasiones claras que pudieron poner cifras más ajustadas a la realidad del partido.

Ahí volvemos al tema de la exigencia. Cualquier equipo que gana hoy hace una fiesta. Si además merece ganar, el menú incluye champán. Pero nosotros no estamos completos, por esas cosas de nuestra historia, nuestra cultura, nuestra filosofía, si el equipo no completa el requisito de gustar. Esa jodida manera de ser que tenemos hace que ni siquiera un año difícil como éste nos alcance simplemente con ganar, como a cualquier hijo de vecino. Ahí andamos, tratando de entender por qué no nos cierra del todo un partido que ganamos bien, con la cancha llena como nunca antes se vio con tanta continuidad. Es evidente que la gente quiere ser parte de este ciclo histórico y lo hace acompañando de un modo conmovedor y más en los tiempos malos, o no tan buenos.

Será para analizar más profundamente en unos días. Ahora faltan dos partidos de un torneo que se llevarán otros pero que, bien sabemos, dejamos escapar. Se nos fue entre dudas, malas actuaciones, cosas raras, fallos agotadores y cierto bajón energético que es lógico y comprensible. Cuando termine la competencia, será momento de renovar fuerzas para volver a intentarlo.