Nadie le enseña a los futbolistas a estar preparados para cuando dejan el fútbol. Una frase que oímos una y otra vez con distintos protagonistas y distintas voces. Sin embrago, el caso de Renato Civelli es antagónico a la media de profesionales del deporte rey, ya que cuando estaba jugando en la Ligue 1 de Francia encontró la solución a su retiro en una  boulangerie de Lille.

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Si, como leíste. El exjugador de Banfield y Olympique de Marsella, entre otros, está actualmente alejados de la rutina deportiva y disfruta su presente entre baguettes, croissants y hornos a altas temperaturas.   

“Siento que soy un privilegiado porque siempre pude hacer lo que me gustaba. Solo tengo una artritis en el tobillo, mientras que hay chicos que terminan de jugar y renguean. Es cierto, no gané nunca un título, aunque salí muchas veces segundo... es decir que perdí varias finales. Me hubiese gustado ganar un título, pero no le puedo pedir más al fútbol: me dio mucho más que lo que yo esperaba”, declaró a modo de balance de su carrera deportiva profesional en diálogo con La Nación. 

Civelli es un convencido que el tema del retiro no es un tema tabú exclusivamente del fútbol, sino que es una problemática que abarca a los atletas en sí: “Hay un tema muy difícil para los jugadores: el post retiro. No es un problema exclusivo de los futbolistas, afecta a todos los deportistas. ¿Qué hacés cuando terminás tu carrera? ¿De qué te vas a ocupar? Si ahorraste plata o no es otro problema, acá el punto es ¿qué vas a hacer?”.

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"¿Y qué haces todo el día? Eso es un tema. Hay dos problemas en el fútbol de los que no se habla. Uno, el más urgente, son los trastornos de depresión que atraviesan muchos futbolistas durante su carrera. Lamentablemente, hay chicos que se terminan suicidándose. Y cada vez son más. El caso más resonante en el último tiempo fue el de Santiago “Morro” García, jugador de Godoy Cruz, un gran goleador. Él se pegó un tiro", reflexionó Civelli sobre la depresión en los futbolistas profesionales y su falta de tratamiento, para luego argumentar el motivo de dichos trastornos: "Porque hay mucha presión y no hay contención. Si bien en los clubes hay psicólogos, creo que no llegan a ser el acompañamiento necesario para el jugador. En el fútbol, cuando te ven mal, dicen que estás “bajoneado”. Por lo general, quieren decir que estás atravesando un mal momento deportivo. Pero muchas veces no es sólo eso: como sucede con el resto de las personas, los futbolistas también tenemos momentos de depresión. Lo que pasa es que existe un estereotipo del futbolista, que se presenta como un tipo exitoso... y no podés decir que estás bajoneado porque... ‘¿cómo vas a estar bajoneado si jugás al fútbol y ganás plata?’. La gente no lo entiende".

Luego, el férreo marcador central comentó el otro problema que los atletas sufren en carne viva y habló de caso personal: "Y el segundo problema -que tampoco se habla- es del post retiro. Yo busqué ayuda porque necesitaba formarme como empresario y me asesoró Enrique Portnoy. Él trabajó mucho tiempo en Techint, es contador y le encanta el fútbol. Me ayudó a canalizar lo que me gusta y prepararme para el “segundo tiempo”. El futbolista se prepara para jugar -inconscientemente- desde los cinco años, entonces si logramos canalizar todo lo bueno que te dio el fútbol para aplicarlo a otra ocupación, creo que es bárbaro".

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Además, Civelli destacó lo bueno que le dejó la pelota: "Me enseñó a trabajar bajo presión, me ayudó con el tema de los horarios y la responsabilidad. También al trabajo en grupo, a manejar personas cuando fui capitán en algunos clubes", para luego subrayar el apoyo familiar a la hora del retiro: "La verdad es que tanto mis padres cuando era chico como mi familia actual siempre me apoyaron y me dejaron focalizar cien por ciento en mi carrera. Por ahí, parece una pavada, pero la gran mayoría de los chicos tienen cada lío, conviven con tantos quilombos, que pienso: ¿cómo hacen para jugar? Porque es muy difícil trabajar en algo que te consume tanta energía si no estás bien".

También, habló de sus inicios en el Taladro: “Tuve la suerte de no ir a la pensión porque mis hermanos estaban estudiando acá, entonces me instalé con ellos. Entrenaba todos los días. Me tomaba el colectivo 188 en Plaza Italia hasta Luis Guillon, tenía casi dos horas de ida y otras dos de vuelta. Volvía, almorzaba y me acostaba a dormir la siesta. Me levantaba y me iba en bicicleta al secundario nocturno en Arenales y Libertad. Los fines de semana tenía a mis amigos que estudiaban acá... y durante mi primer verano en Buenos Aires me puse de novio con Estefanía, que hoy es mi mujer”, y luego reveló que su gran sueño como futbolista no lo cumplió: "Mi viejo es hincha fanático de River y yo también. Dos o tres veces tuve la posibilidad de ir a Boca a jugar y dije que no. Mi sueño era jugar en River, aunque sé que no era un jugador del estilo de River, en cambio sí creo que era más del estilo de Boca. Mas aguerrido, más de meterle. Me acuerdo que pensé: ‘Si juego en Boca me cierro la puerta de River’. Si bien es cierto que prácticamente no tenía chances de jugar en River, sentía que jugando en Boca me despedía definitivamente de esa posibilidad. Por otro lado pensaba: ‘si tengo nivel para jugar en Boca es que tengo nivel para jugar en Europa’. Y fue así. Porque si vos podés jugar en River o en Boca podés jugar en Europa. De todas formas, con la camiseta de Banfield le hice un gol a River y lo grité, así que ya está.

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Asimismo, Civelli se expresó sobre sus sentimientos como exfutbolista profesional y destacó que no extraña tanto aquella época y que fue lo que lo llevó a tomar la decisión de colgar los botines: "Yo podría haber seguido jugando, pero a cuatro meses de mi retiro no extraño nada. Mi última etapa no la extraño. Extraño sí jugar en el nivel que lo hice en Francia, pero tenía otra edad. Mi retiro fue algo muy pensado y haber tenido a Gontran me ayudó a tomar la decisión. Conozco muchos jugadores que no se retiran porque piensan ‘¿y después qué hago?’. Yo nunca me la creí y eso me permitió tener los pies sobre la tierra. Aunque por otro lado, no creértela hace que a veces no disfrutes lo suficiente. Es como que tiene su parte linda y su parte fea.

Por otra parte, el actual empresario de la pastelería habló sobre cuando pensó en su proyecto gastronómico: "Cuando fuimos a Lillie, en 2016. Vivíamos a tres cuadras del primer Paul, una de las más tradicionales panaderías francesas, y dijimos ‘Vamos a llevarla a la Argentina’. Avanzamos mucho, aunque nos pedían demasiadas cosas. Creo que ellos desconfiaban de que fuera un futbolista quien les pidiera la franquicia. Me pedían un estudio de mercado y se los hacia, el costo financiero… contratábamos gente para hacer todo. Los de Paul vinieron a ver la ciudad y quedaron fascinados con Buenos Aires. “Está en el top cinco de las ciudades”, decían. Pero cuando fueron a la embajada, les bajaron el pulgar por la situación del país·, para luego contar como fue que concretaron el proyecto: "Ya vivíamos acá cuando me enteré que Gontran Cherrier quería traer su franquicia a la Argentina. Me entrevistó como a muchísimas personas, pero le gustó mi perfil porque conozco la cultura y además estaba muy empapado en el tema por todo lo que me había pedido Paul. Firmamos el contrato a fines de 2018 y un año después, abrimos. Fue una inversión importante. Somos los únicos en la Argentina que importamos desde Francia la manteca y la harina. También trajimos las máquinas, tuvimos que entrarlas con grúas por el techo. Tenemos armarios de fermentación propios, porque muchas panaderías aún lo hacen con el repasador arriba, como puedo hacerlo yo en mi casa. Nunca vas a comer un crossaint del día anterior porque horneamos tres veces por día. Somos artesanales, pero tenemos un poder de producción muy grande”, cuenta orgulloso.

Por último, sentenció sobre su presente alejado del la línea de cal y el olor al verde césped: "Esto lo hicimos para trabajar y me encanta. Trabajar en algo que te gusta, me parece que no tiene precio", cerró. 

Fuente: La Nación

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