Entrenó a Schwartzman, fue campeón de un M1000 y triunfa en el tenis universitario
Bruno Tiberti, coach de la Universidad de Georgia, habla sobre los beneficios del college para los tenistas jóvenes y recuerda sus mejores momentos como entrenador en el circuito ATP.

Bruno Tiberti abandonó el tenis profesional a los 20 años. Después de jugar varios años en los torneos futuros, y enfrentar a los mejores de Argentina, decidió que la mejor opción era trasladarse a Estados Unidos para meterse en el circuito universitario. Años después, se alejó del deporte para trabajar en una agencia de relaciones públicas que colaboraba con marcas de las más importantes del mundo. Ya como entrenador, logró hazañas en universidades con poco presupuesto, es capitán del equipo del Buenos Aires Lawn Tennis, con el que se consagró en 2022, y en 2023 coacheó a la dupla Molteni-González (ganaron Washington y Cincinnati) y al Peque Schwartzman. Actualmente, es coach en la Universidad de Georgia, una de las más importantes de USA.
Como sucede en muchos casos, el deporte de alto rendimiento generó un desgaste muy grande en aquel Bruno que tenía 18 años y se salteó la etapa de los torneos juniors. Hoy, casi dos décadas más tarde, el ex jugador hace autocrítica respecto a su decisión de abandonar el circuito durante la charla con TyCSports.com: "Tendría que haber entendido mejor el momento, y saltarme etapas fue lo que me mató, pero ahora lo pienso y digo: 'Que cagón'. Igualmente, en ese momento era muy chico y obvio que mi cabeza era otra". De todas maneras, hace hincapié en que el college es una gran salida para los jóvenes: "Trato de explicarle eso a los pibes. Acá tenés todos los lujos, en el verano podés jugar profesional y encima salís con un título. Es una gran oportunidad para aprovechar si tenés el nivel".
En su momento, mientras competía contra los mejores de su país, Tiberti estaba bien posicionado en el ranking, incluso peleaba con varios compatriotas que en el futuro terminaron haciendo una gran carrera como Guido Pella, Facundo Bagnis y Federico Delbonis. "Otra cosa que me pesaba mucho era devolver la plata que me habían prestado los sponsors para poder arrancar con mi carrera", recuerda el actual coach de Georgia.
Su decisión de dejar el profesionalismo llegó después de un partido en el que perdió y sintió que no podía más. Con eso en la cabeza, se contacto con un amigo suyo que estaba en Estados Unidos y le dijo que quería entrar a alguna universidad y jugar ahí. Por su buen nivel, varias instituciones se contactaron con él, pero la primera experiencia fue muy negativa. "Aunque la mayoría de los equipos top tienen todos pibes de 18-19 años (él ya tenía 20), me llamaron un montón", explica el argentino. Además, agrega: "Arreglé con Florida State, que era de las mejores, pero cuando terminé de hacer todos los papeles me dijeron que no iba a tener el 'derecho a jugar'. Yo ya estaba allá, a nada de arrancar la nueva etapa de mi vida, y tuve que volver a Buenos Aires a vivir con mis viejos".
Para alguien acostumbrado a vivir del deporte, y con la rutina acoplada a ese estilo de vida, tomarse el subte para viajar hasta la UADE a estudiar Administración de Empresas era estar incómodo con lo cómodo. Cuando llegaba a su casa, después de estudiar durante la mañana, no tenía nada para hacer. "Estar en mi cuarto toda la tarde para mí era lo peor que me podía pasar. Yo tenía que estar entrenando", dice Bruno.

De todas maneras, después de un año en el que solo aprobó dos materias, la Universidad de Baylor lo contactó con la idea de sacarlo de Florida, donde creían que estaba. Al enterarse que no había podido jugar allí, le ofrecieron un trato. Si jugaba durante un año y medio en Oklahoma Christians University (de la NAIA, una división menor a la NCAA), obtendría el famoso derecho a jugar.
"Cuando me surgió la posibilidad fui muy claro: 'No me boludeen porque no estoy para otra desilusión'. Como no quería volver a pasar por lo mismo, hice todo solo, no le conté a nadie. Todos los papeles que los pibes hacen con agencias, representantes y qué se yo, yo lo resolví solo. El 10 de diciembre de 2010 junté a todos mis seres queridos y les conté que me iba para Oklahoma. Llegué el 3 de enero de 2011, sin nadie al lado mío y con toda la ciudad nevada".
Ahí, en esa ciudad fría y muy lejana a Buenos Aires, Bruno tuvo un primer año normal, el equipo funcionó mejor de lo esperado pero no mucho más. En su segundo año, vivió el mejor momento tenístico de su carrera. Llegaron a la final de la división, y el argentino era el encargado de cerrar la serie. Lo que pasó, lo cuenta él mismo: "Perdía 6-2 y 5-2. Lo levanté y lo llevé al último set, pero ahí también arranque mal y estaba 1-4. Al final lo remonté y lo gané 6-4". Con la hazaña consumada como inyección anímica, el plantel empezó 2013 con todo, pero como todo en la vida de Tiberti es una montaña rusa, sucedió algo inesperado por todos: la universidad decidió terminar el programa de tenis.
Siguiendo con las hazañas en el circuito universitario, su carrera se mudó Georgia Gwinnet, una universidad que se estrenaba en el tenis. Ahí, junto a otros argentinos, como por ejemplo Kevin Konfederak, ex entrenador de Francisco Cerúndolo, crearon una cultura tenística que continúa hasta hoy incluso sin ellos. En el primer torneo salieron campeones, y lo mismo sucedió por los próximos 9 años. #Lafamilia, como se conoce al team, nació y al instante se acostumbró al éxito.

Durante un tiempo estuvo alejado del tenis y se dedicó a tiempo completo a su nuevo trabajo, pero a los 31 años le llegó la oferta para ser coach de la Universidad de Texas en Arlington. Para pagarle, le ofrecían viáticos y la oportunidad de hacer un máster. La historia se repetía: Bruno, en un equipo con pocos logros, transformó el lugar y consiguió resultados inesperados. En los más de 100 años de existencia que tenía, la institución había conseguido llegar a los torneos nacionales tres veces, y con la llegada del argentino lo hicieron dos veces seguidas.
Al mismo tiempo que trabajaba para los del Estado de Texas, llegó a él la oportunidad de trabajar en el circuito. Otra vez, el destino le brindó una chance y Tiberti no dudó en aprovecharla. "Previó al casamiento de un amigo en Croacia -recuerda- fui a ver a Machi y a Molto (González y Molteni) a Roland Garros. Ellos llegaron a cuartos de final, y me dijeron que para la gira por Norteamérica no iban a tener coach, así que los acompañé". La primera semana fue un éxito, el trío de argentinos ganó en la capital estadounidense el ATP 500. En Toronto perdieron en primera ronda, pero en Cincinnati volvieron a salir campeones y la dupla levantó su primer Masters 1000.
El aura ganadora que lo persigue lo llevó a trabajar con el Peque Schwartzman, y juntos viajaron a la gira asiática. Aunque el reciente exjugador no estaba en su mejor momento, y la motivación iba desapareciendo de a poco, los torneos por Asia arrojaron buenos resultados. Incluso, en Shanghai se dio el lujo de encadenar tres triunfos al hilo y eliminar al número 8 del mundo, Taylor Fritz. "Esos momentos -rememora Bruno- fueron muy divertidos. La idea era que esos entrenamientos que el Enano ya no tenía muchas ganas de hacer se le pasen más rápido. Igual, después de Australia él ya no tenía la misma determinación y me dijo que quería disfrutar lo que quedaba. Incluso me comentó que llevaría a su familia a las últimas competiciones. Fue medio raro porque esperaba estar todo el año, pero me pareció importante que disfrute el final de su carrera porque se lo merecía”.
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En el medio de la travesía por China y Japón y los campeonatos en Australia de principios de 2024, Tiberti y su pareja tuvieron a su primera hija. Con ella nacida en Argentina, la logística para coordinar seguir presentes en Texas y al mismo tiempo ser ocasionalmente coach en el circuito era casi imposible. La familia, ahora de tres, decidió que era mejor hacer base en Argentina, volver después de tantos años afuera, pero otra vez la vida sorprendió en el momento más inesperado. Apenas habían llegado a Buenos Aires, después de mudar todo desde Estados Unidos, llegó el llamado de Georgia, una de las universidades más importantes. "Lo charlé con mi señora, era un momento muy incómodo para nosotros, pero es como si me hubiesen llamado del Real Madrid", relata el campeón universitario.
Las vueltas de la vida lo llevaron a abandonar su carrera de joven, y desde ahí todo fue una montaña rusa repleta de emociones, tanto negativas como positivas. Hoy, 15 años después de "quemarse" y dejar el deporte de alto rendimiento, Bruno tiene una carrera como coach y puede decir que entrenó al Peque Schwartzman, que ganó un Masters 1000 y que dirige a una de los mejores equipos del college. Para cerrar, se define: “Sueño con ser capitán o ser parte de la Copa Davis. Soy un tipo que le gusta el tenis por equipo”.


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