La obra que le falta a River: construir un equipo
En un aburridísimo partido, no pudo ganarle a Platense en Vicente López y se alejó un poco más de la pelea por el campeonato.
Remate de Simón de afuera: una de las pocas que tuvo River
La bajada de este texto no es azarosa. Hay una especie de confusión, creo, con respecto a los objetivos que debe alcanzar River. Modestamente, trataremos de aclarar, al menos desde un par de consideraciones de perogrullo, un par de cuestiones. Por un lado, nunca está de más decirlo, River tiene que ganar todo aquello en lo que se presenta para competir, obvio, puede salir o no, nadie gana siempre, pero la premisa es vencer. Tiene que ganar el torneo local, la Copa Argentina, la Copa Libertadores. Se presenta en dichos certámenes para ganarlos, tiene la obligación de brindar la mejor prestación posible para coronar en las diversas competencias, no es que juega para ver lo que pasa, no es que sale a especular con clasificar a cosas y ya. En otros momentos, con planteles más cortos, podía entenderse que se privilegiara un campeonato por sobre otro. Con el equipo actual que tiene River, su protagonismo debe ser decisivo en cada uno de los contextos por los que juega.
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Decimos esto porque se menciona mucho la "Tabla Anual", es decir, el ordenamiento que determina la clasificación a las diferentes copas. Como si ese fuera un objetivo de máxima para el equipo de Gallardo hoy. En ese sentido, para algunos no estaría mal que River no se centre específicamente en la disputa por la conquista de liga actual, dado que debe direccionar una mirada estratégica que le asegure una supuesta presencia en la Libertadores de 2025. Es decir, en lugar de focalizar en la búsqueda de un logro, se mira una tabla diferente que no te brinda ningún título, solo una asistencia futura a algo, "para que no te pase lo de Boca". Siendo que, además, ganar un torneo te clasifica a otros torneos. Creo que este enfoque es errado, que esta mirada miope de las cosas, propias del ciclo del técnico anterior, hay que desterrarla, River, aun con este pobre empate ante Platense, tiene que buscar ganar esta liga. Todavía puede. Por respeto a River, digo, por caso, yo pago un abono en el Estadio Monumental para ver a River campeón, no ver River clasificar a Copas próximas, lo cual, además, es una obligación. Había que aclararlo.
Por supuesto que Marcelo Gallardo lo entiende así, no cabe duda de ello, aunque siempre el Muñeco con el chip Copa es particular. Lo que sí podemos señalar, en este sentido, es que River, juegue lo que juegue, tiene que hacer crecer al equipo, porque tiene una competencia vigente que es el mayor deseo de todos, la Libertadores 2024. Ahí está, si tanto queremos jugar la próxima Copa, ganemos ésta en la que tiene chances, en lugar de mirar una tabla anual doméstica. Digo, ya que estamos. Entonces, en tren de dotarle mayor constitución y solidez al equipo, los nombres Matías Kranevitter, Nacho Fernández y Manuel Lanzini emergen para la discusión. La sensación es que River con este medio, pone una marcha menos en la intensidad y en el flujo de juego, teniendo Santiago Simón que desdoblarse y realizar múltiples funciones que integren a los futbolistas entre sí. De Krane, lo hemos dicho bastante, su juego posicional acertado no se complementa con un rompimiento de líneas ni verticalidad necesaria. De Nacho, lo hemos dicho bastante, su mejora física no se complementa con pases acertados ni llegada profunda. De Manu, lo hemos dicho bastante también, su ductilidad técnica no se complementa con un juego asertivo, picante, que genere riesgos.
Ante Platense, se vio la impotencia de un equipo que no sabía de qué manera desactivar un dispositivo defensivo bien estructurado. Los delanteros, Colidio movedizo y Borja nuevamente ausente, quedaron inconexos y solo aparecieron en el radar cuando ingresó Mastantuono y refrescó un poco el ataque millonario. Echeverri, el otro cambio elegido para revolver un poco más la cosa, volvió a mancar en pases sencillos y en decisiones que lo dejan mal parado. Seguimos esperando ese gran partido del Diablito, todavía no ha llegado. Pero, al menos, ese mediocampo más natural, más joven, tuvo, sin el fútbol necesario, está claro, un cariz más interesante, en búsqueda de ese funcionamiento confiable que hoy solo pareciera estar en fase defensiva. ¿No sería mejor apoyarse en Mastantuono como eje para empezar a darle brillo a un equipo que es inconstante cuando ataca? Desde aquí creo que al menos estaría bueno pensarlo.
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Un par de números: van 12 partidos de Gallardo desde su vuelta. Le hicieron seis goles nomás. Pero solo hizo doce goles y apenas un par de veces metió más de dos goles en un partido. Está claro cuál es el aspecto a mejorar. Y nace, entiendo yo, en un lugar donde River no pudo reforzarse fuerte en este mercado de pases largo y curioso: el volante central. Aquel Ponzio, aquel Enzo Pérez, hoy no están representados por ninguno de los volantes centrales que tiene a disposición Gallardo. Desde ahí, se complejiza con los otros medios, porque, como dijimos, Nacho y Manu parecen "grandes", Simón tiene mucho laburo y Mastantuono está aprobando materias a cada rato, pero apenas tiene 17. Borja, en este panorama, no tiene la atmósfera para sus goles y tampoco está logrando inventarlos como antes.
El panorama, de todas maneras, es alentador. Porque en el banco está Gallardo. Porque aparece, otra vez, una fecha FIFA que se recibe con los brazos abiertos, habida cuenta de que habrá, nuevamente, una pequeña mini pretemporada intensiva para mejorar cuestiones. Pero River, para cumplir los objetivos, necesita volar en la cancha. A esa mejora física ostensible que vemos en la cancha, le falta incorporar la mejora futbolística, porque esa es la dialéctica de los equipos del Muñeco Gallardo. La furia en la dividida, combinada con la fluidez y la intensidad que se apoyan en la precisión con velocidad. Parece difícil lograrlo, pero, cuántos equipos ha formado así el actual entrenador. Este presente de River, que se vanagloria de sus obras, tiene que ir en busca de su obra más importante: construir un equipo.
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