A ver. Podríamos arrancar con el robo del árbitro y del VAR. Porque son demasiadas casualidades como para dejarlas pasar. La casualidad es que se resuelve siempre en contra de Boca. La primera vez, ponele. La segunda ya te quedás con el grito en la garganta. Pero si hay otro caso y nuevamente somos desfavorecidos, es para sospechar, para pegar un par de gritos, para preguntar qué carajo hicimos para que nos roben de este modo. Porque es eso, lisa y llanamente un choreo. Cuando los goles los hace Boca y hay una mano casual, se considera la inmediatez. Cuando, en cambio, se los hacen a Boca, lo que cuenta es la intención. Por favor, muchachos, déjense de hinchar los huevos. Somos grandes. Dejemos de lado si tenemos o no representación en AFA -descuento que no la tenemos. No debería hacer falta que haya un tipo ahí rosqueando para evitar el latrocinio. Y por otro lado, más allá de la necesaria catarsis, nada justifica lo que hizo Boca en la cancha, claro. Que es consecuencia de otro tipo de choreos.
Ahí, en el campo, está lo más grave. El verdadero choreo al que hace referencia el título es este, el que se sufre puertas adentro y que necesita una solución urgente. El choreo de tipos que no pueden vestir ni un segundo más esta camiseta. Que Romero se la siga poniendo es un escándalo. Está retirado y no le avisó a nadie. En el primer gol, no puede despegar los pies del piso: si se eleva 20 centímetros es mucho, y eso va más allá de la mano, la mala leche en el rebote y todo lo que se quiera argumentar. NO PUEDE SALTAR. Y ni siquiera hace falta llegar a los otros dos. Lo que hace en el gol que le anulan a Tigre -me había olvidado de avisar que el que nos goleó es ¡Tigre!- es directamente descalificador. No sale, se cae... Si lo llega a hacer hoy mi abuelo -y mi abuelo lleva muerto unos 45 años-, lo putearía. Al finado, sí. Así que imagínense lo que le gritaría a un tipo que cobra por "atajar" en Boca. Ni hace falta incluir la pelea con la gente, razón por la cual no debieron darle nunca más ropa del club para que vistiera.
La otra estafa evidente es la de Rojo: fuera de estado, vive haciendo foules, no gana un mano a mano, no puede hacer una cobertura, tira los cambios de frente cuatro metros afuera y ya a los cinco minutos está chivado como si hubiera corrido una maratón. ¿Qué tiene que hacer para que no lo pongan más? ¿Es verdad que nosotros consideramos más leal a este tipo, que es una falta de respeto al profesionalismo, que a Valentini? Y cuando Gago buscó la salvación en Pol Fernández, tal vez el mayor especialista en dar pases intrascendentes, bueno... Basta, es demasiado.
Lo mejor de la paliza de Tigre ante Boca en el debut de Gago
Hace apenas unas horas me pedí paciencia acá, en esta misma página. Paciencia con Gago, que acaba de asumir. Pero tenemos la mecha corta por un sufrimiento que lleva un par de años largos. Está claro que Fernando no armó este plantel, que no eligió en su momento a Chiquito ni a Rojo -a juzgar por lo que hizo, parece que los hubiera traído-, pero sí es su responsabilidad haberlos elegido esta vez. Como también pedir por Pol, que ya estaba borrado por la dirigencia. Al DT debutante -no principiante- le caben esas críticas y también la de armar algo para lo que quizá no estamos preparados, como ese 4-3-3. Se vio en el primer tiempo algo que todos sabíamos: que Merentiel no es wing. Algo que sospechábamos: que esa mitad de cancha no marcaba a nadie, y que entonces no teníamos protección para los de atrás. Y hubo también algunas situaciones insospechadas, como que Anselmino jugara tan mal. Que varios jugadores le erraran a la cancha buscando el pelotazo para Aguirre (Rojo, Blanco, Merentiel, Miramón). O que perdiéramos merecidamente contra un equipo que, antes de arrancar el partido, estaba descendiendo (en realidad no, porque esto es Argentina).
Sin llegar a cambiar de nombres, ya en el segundo tiempo se vio otra historia con un reacomodamiento de piezas: 4-2-3-1 con Medina-Miramón en el eje, Zenón tirado a la derecha (¿alguien me explica por qué salió en su mejor momento?), Aguirre donde más cómodo se siente -a la izquierda- y Merentiel detrás de Cavani. Hubo un claro dominio aunque con escasa búsqueda del arco y las dos más claras fueron para Edi, el nuevo capitán: un cabezazo que sacó muy bien el pibe que ataja en Tigre (va al arco y además ataja) y un pase gol bárbaro de Zeballos que el mismo Cavani convirtió en una pifia de compilado de bloopers.
Hay problemas que, evidentemente, continúan en el tiempo más allá de la salida de Martínez. La escasa respuesta ante las pelotas paradas (desconcentraciones, impericia), por ejemplo. O la falta de un conductor, alguien que actúe como la primera guitarra para que Zenón le haga la segunda. O cómo intimida Cavani desde su investidura: estaba para salir -por lo que no había hecho y para guardarlo de cara a Gimnasia-, pero pagó Merentiel, que si jugó mal no fue tanto por su culpa sino por lo que lo obligaron a hacer.
Este es un golpazo que no esperábamos, subidos como estábamos a esta esperanza, lo único a lo que podemos aferrarnos a falta de realidades con sustancia. No hay mucho tiempo para reponerse, el plantel es este -lamentablemente- y contra Gimnasia no alcanzará con decir que hubo "cosas buenas" en el segundo tiempo, como analizaba Cavani después del partido. Hay que ganar, que, como siempre en nuestro mundo, es lo único. Gago lo sabe, no hay que explicarle nada. Si esto fue un ensayo, los resultados están a la vista. Hay algunos robos que se pueden entender porque no podemos manejarlos. Otros, los de adentro, son inadmisibles. Es necesario tomar medidas antes de que no nos dejen ni la ilusión.
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