Es difícil jugar un partido cuando tiene una relevancia mucho menor a otro hecho, mucho más profundo y sentido, que está pasando casi al mismo tiempo, en la misma cancha y con las mismas personas. Es difícil y mucho más difícil con un arbitraje bochornoso, penoso, injustificable, que permitió que un equipo hiciera tiempo de todos los modos posibles, tratando de parar el juego de cualquier manera con la complicidad de quien tiene que impartir justicia. Sinceramente, ¿qué sentido tiene un fútbol así?
Por eso resulta mucho más importante la despedida del Muñeco. Porque el Muñeco representa un fútbol virtuoso que se opone terminantemente a lo que baja la AFA desde su conducción. Las malas artes, el anti fútbol, la trampa sistemática, la manipulación arbitral, es algo totalmente extendido que no sólo sufre River sino está enquistado en todas las categorías del fútbol argentino. Los árbitros no ponen freno a los que hacen trampa. Son cómplices.
La pérdida de Gallardo para River será enorme pero también será durísima para el fútbol argentino. Dejemos un poco el bochorno de un partido desvirtuado en el que se nos escapó la última esperanza de un torneo que perdimos hace rato, con muy malos resultados en nuestra cancha. El Monumental vibró hasta la pirotecnia final, la gente abrazada con un nudo en la garganta, personas aplaudiendo y agradeciendo al cielo, lágrimas ante un recuerdo o una palabra, una mezcla de alegría, nostalgia, risas y lágrimas, un desconcierto emocional en un vaivén de locura al ritmo de un video un poco largo que intentó resumir ocho años y medio inolvidables.
Los últimos días llegué a la conclusión que si durante todo este tiempo le concedimos al Muñeco la sabiduría de tomar las mejores decisiones para nuestro equipo, confiemos que ésta que nos toca afrontar, dura desde lo emocional, también sea lo mejor para la familia riverplatense.
Digamos que es una mirada que puede considerarse un consuelo para soportar mejor el momento. Tan grande es lo que hemos vivido y tan fuerte lo que todos vivenciamos en el Monumental, en una especie de adoración pagana en medio de la cancha, con miles de fieles presenciales y millones en forma remota. Un hecho histórico.
El Muñeco se convirtió en nuestra religión. Es mucho más poderoso que un entrenador y ese lugar, que nunca existió antes, es de alto riesgo. El fútbol no te deja tiempo como para quedarte en la melancolía. Lo que pasó quedará para siempre en nuestro corazones y nada ni nadie podrá borrarlo. El 9 de diciembre como símbolo de una época inolvidable que nos unirá para siempre por los siglos de los siglos.
En unos días comenzará la tarea de la reconstrucción y no será fácil. Es evidente que si comparamos a cualquier entrenador con el Muñeco, el próximo ciclo estará condenado al sufrimiento y eso arrastrará al equipo y a todo River. Tenemos que ser lo suficientemente inteligentes como para separar, saber que acabamos de vivir la mejor de todas las historias, una historia hermosísima como brillantemente definió el Muñeco, pero esto continúa.
Tenemos que seguir viviendo y jugando con grandeza.
Hasta que algún día vuelva.
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