En tiempos en que la palabra libertad tiene un amplio abanico de significados, Esequiel Barco también la aplicó para cumplir su antojo personal: convertir su primer gol del año. El 21 se equivocó porque, en pos de su lucimiento individual, le restó autoridad al técnico Martín Demichelis y no respetó a su compañero Miguel Borja -como ya había hecho con Lucas Beltrán, hace un año-, aunque también la hipocresía entró en juego cuando la pelota, en el segundo penal, estuvo a un par de escalones de salir del estadio y de romper un vidrio de la Casita de Tucumán.
Jugadores que hayan errado dos penales en un partido hay muchos, hasta Diego Maradona en un Argentinos-Vélez de 1980 -Julio César Falcioni le atajó ambos-. Incluso tres: Martín Palermo ante Colombia en la Copa América 1999. Pero aquí el problema fue doble porque, además de haber errado por duplicado, Barco desoyó a su técnico, aunque tampoco es la primera vez que ocurre.
Casualmente contra Atlético Tucumán, en 2021, Enzo Fernández tomó la pelota mientras Marcelo Gallardo gritaba que Julián Álvarez pateara el penal: Enzito lo ejecutó mal, pero fue gol y River ganó. Ante Racing en 1996, Ariel Ortega no quiso salir ante un cambio diseñado por Ramón Díaz y Roberto Diablo Monserrat simuló una lesión para cuidar al Burrito y dejar la cancha: pocos minutos después, el jujeño haría un golazo y River también ganaría.
Es natural pensar que, si Barco convertía su segundo penal -minutos después de que Demichelis hiciera señales para que pateara "el 9"-, muchos que hoy se escandalizan por el “desplante” y la “desobediencia” -que la hubo- le hubiesen elogiado su "egoísmo sano", su confianza propia y su rebelión.
Lo que le pasó a Demichelis también le pasó a Gallardo y a otros técnicos, pero entonces empezó, al otro lado de los televisores y las radios, otro clásico de la época en versión River: con o sin razón, endosarles todas las culpas a Demichelis, cuando en este caso el responsable había sido el jugador. En verdad, la peor noticia para River en Tucumán fue la lesión de Borja, el goleador del campeonato, a 10 días del superclásico. Y allí sí puede marcarse un error del técnico, nacido en una decisión de la dirigencia en el mercado de pases: haber jugado con el límite físico del Colibrí, titular en seis partidos consecutivos en 17 días.
Con un plantel muy corto tras un enero con imágenes extrañas y decisiones equivocadas o a destiempo -parte de la pretemporada en un frío bajo cero, amistosos en canchas de fútbol americano y una resolución tardía de comprar al reemplazante de Enzo Pérez-, Borja se quedó como el único número 9 probado del plantel, más el acompañamiento de Agustín Ruberto, de flamantes 18 años. El colombiano, que se había desgarrado al final de la Copa de la Liga 2023 ante Instituto, jugó 90 minutos contra Argentinos, 89 ante Barracas Central, 67 ante Vélez, 84 ante Excursionistas y 71 ante Riestra. Contra Atlético Tucumán aguantó 56 antes de lesionarse. Seguramente no estará contra Banfield y ya es duda ante Boca. Aunque Facundo Colidio también puede jugar de 9, las alarmas se encienden a poco del comienzo de la Copa Libertadores: ¿no hace falta otro suplente para un Borja en llamas, con siete goles en seis partidos, pero al borde de su cuerpo?
River empezó bien el torneo, pero lo de Barco tampoco será gratuito: en una noche, el plantel se quedó sin sus dos pateadores de penales, uno por haber errado dos y otro por lesión. Nueva misión para Demichelis: definir quién sería el encargado contra Banfield o Boca.
La secuencia de la noche en Tucumán: enojo de Borja, desobediencia de Barco y fastidio de Demichelis
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