Desde que murieron en Madrid cada vez que llega un clásico nos quieren hacer creer que es de vida o muerte. Es difícil explicarles a los muertos que ya no hay manera de poner a un clásico en ese nivel de todo o nada. Hasta el momento la ciencia no permite volver de ese lugar frío y sombrío en el que yacen luego del histórico 9 de diciembre.
Es tan profunda la necesidad que intentan condimentar con cuestiones que son meramente superficiales. La realidad es que hoy River les lleva 16 puntos en la tabla y que en caso de perder esa diferencia se reducirá a 13. Es un clásico de campeonato y como quedó demostrado en el anterior argumento, no define absolutamente nada.
Nosotros, los de River, de exigentes que somos nomás, igual lo queremos ganar. ¿Por qué? Simple. Porque de tanto en tanto nos rompe la paciencia el coro repetido de voces de ultratumba que magnifica insignificancias y las dice, las repite y las vuelve a decir incansablemente. Evidentemente, hay mucho tiempo ocioso en el infierno.
También queremos los de River que nuestro equipo muestre una cara afín a lo que nos identifica. Es un deseo que tenemos después de muchos años de orgullo en el que el equipo apareció siempre, sobre todo en las bravas. Esa constante se vio interrumpida el año pasado y después de lo qué pasó en Brasil andamos necesitando una respuesta contundente en la cancha, donde vale, justamente en el clásico. Necesitamos que nuestro equipo nos demuestre que sigue sintiendo esos partidos de un modo especial y que disfruta jugarlos, no los padece.
Hay que tomar este partido de un modo positivo. Recuerdo una anécdota de Ringo Bonavena, en ocasión de un viaje corto en avioneta. La cuestión es que de un momento a otro se armó una tormenta y el piloto entró a dudar. Llevaba a Ringo y un par más. Había cierto apuro por llegar y les dio la opción. Podemos pasar por el medio de la tormenta y vamos a tener turbulencias o podemos hacer un camino más largo, tratar de rodearla y tal vez evitarla. Nos desviamos un poco y tardaremos más, pero será más tranquilo. Atravesando la tormenta por el medio sentiremos que el equipo retoma el camino de la mística que tan fraternalmente abrazamos en la historia hermosísima.
Seamos protagonistas de esta nueva aventura. Primer clásico con la casa renovada. Será una fiesta en las tribunas que debemos intentar continuar en el verde césped. Es más fácil que se den las cosas si los agarramos del cuello con ganas, convicción, deseo de victoria contundente. Es más interesante este tipo de partidos si cada uno de los jugadores recuerda por qué está ahí, qué lo llevó a ser jugador y comparando dónde arrancó y dónde está se anima a disfrutar del camino recorrido. Es levantar la mano y decir presente, acá estoy, esto soy y voy a dar lo que tengo.
No quiero regalarles nada. No se lo merecen. A veces, por generosos o simplemente por mandato cultural, de tanto mirar al arco contrario nos descuidamos y nos embocan. Ojo, son ladinos. Son especialistas en ganar de cualquier manera. No les importa y no les avergüenza. Saldrán a la cancha con la idea de dañarnos a como dé lugar, por las buenas o por las malas. Preferentemente por las malas. Así lo disfrutan más ellos.
Obviamente contarán con el árbitro que querían. Herrera será un adversario más. No sólo queda claro por el historial que tiene en los clásicos y por algunas explicaciones ridículas de decisiones que tomó en algunos de ellos que claramente los favorecieron, sino esencialmente porque el coro repetidor de las preocupaciones en el bunker bostero esta semana estuvo calladito con el tema. Les gusta. Se nota mucho.
El propio Facundo Mura sufrió en carne propia la decisión de Andrés Merlos de no echar ningún jugador de Boca antes del superclásico. Barco y Villa debieron ser expulsados por el árbitro y si no, por el VAR. Nada de eso ocurrió y estarán en la cancha. Si lo ganan con un gol de alguno de ellos lo festejarán doblemente.
Este es más o menos el contexto real de lo que será el clásico. Usted podrá encontrar otras columnas, otras opiniones, otras miradas. Caretas, intereses o directamente de la contra. Algunos lo dicen, otros pretenden disimular lo indisimulable. Creen que la gente no se da cuenta.
A lo nuestro. Tengamos un lindo clásico. Jugando como sabemos. Metiendo como debemos. Ganando como nos merecemos.
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