Guillermo Ortelli tiene siete campeonatos de Turismo Carretera en su haber, separados casi por dos décadas. La cosecha arrancó en 1998, hilvanó tres entre 2000, 2001 y 2002, volvió a lo más alto en 2008, repitió en 2011 y finalmente se consagró en 2016. Claro que no todos los festejos se dieron igual: el tercero y el último fueron hazañas que quedaron en la memoria de todos los hinchas de Chevrolet (y la de los rivales, por supuesto).

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Río Gallegos -gobernada entonces por Néstor Kirchner- pagó más de medio millón de pesos/dólares para tener la definición del 2001, en plena crisis. De hecho, el famoso ‘Corralito’ se decretó con los equipos en plena actividad el sábado. En ese contexto de país en llamas, el Gurí Martínez le sacaba 15 puntos de ventaja a Ortelli con 25 en juego y hasta se vendían remeras suyas que decían “campeón”, la palabra prohibida de cualquier cabulero. Si estaba todo preparado, ¿qué pasó?

Más allá de que Ortelli y su Chevy multicolor número 1 -atendida por Sandro Crespi y Jorge Pedersoli- redondeó un gran fin de semana en un circuito nuevo para todos (clasificó 3°, ganó la serie y fue 2° en la final detrás de Claudio Bisceglia, compañero de equipo del Gurí), hubo dos situaciones separadas pero que hicieron el combo ideal para que al entrerriano se le escape de las manos su primer título, que recién logró en 2004.

La primera fue el contexto económico. La empresa de cosmética Reino, principal sponsor del Falcon celeste y azul de Martínez, se presentó en concurso de acreedores en los días previos. En una nota con Campeones antes de su repentino fallecimiento hace un año, Alberto Canapino, jefe del equipo del entrerriano, contó: “Nos dejó totalmente sin recursos. Eso fue un golpe tremendo para todos, no teníamos manera ni de ir a la carrera. Después, un acuerdo con el transporte Vesprini & Vesprini los trasladó hasta Río Gallegos.

“Esa tensión hizo que todos tuviésemos errores”, agregó. En contrapartida, el dueño de la empresa, Daniel Groppa, aseguró que retiraron el apoyo porque el Gurí ha demostrado una gran ingratitud tras nuestro pedido de convocatoria”, luego de haber invertido medio millón de dólares en el equipo. “Más allá de que el 80 por ciento de su título será gracias a nosotros, la empresa es fuerte y le importa tres pitos si sale campeón o no”, concluyó en la previa, sin pelos en la lengua, y obligó a retirar cualquier publicidad del auto.

Todo esto también contribuyó a que el piloto perdiese la calma arriba del Ford, que viajó con lo justo a la Patagonia. Ahí es donde entró a jugar el segundo motivo, con nombre y apellido: Marcos Di Palma le hizo la vida imposible. Ya en la previa, advirtió en Carburando que "estaría muy preocupado si fuese el Gurí”, con quien mantenía una relación áspera dentro y fuera del asfalto.

El rendimiento de Martínez, a su vez, estuvo lejos de la contundencia que había mostrado en la temporada (ganó en Balcarce y La Plata, pero sumó otros tres segundos puestos y fue muy regular). Aunque se mantuvo entre los diez primeros en la previa -lo que necesitaba para ser campeón-, no tenía material para pelear. Y encima Di Palma le complicó la final: con maniobras al límite de lo permitido hizo que perdiera posiciones y también la calma.

La bomba de tiempo explotó cuando Martínez, inmerso en un pelotón insoportable para él, tocó a Ernesto Bessone -que venía con una goma pinchada- y fue sancionado con un “pase y siga” por boxes. En el medio se despistó y perdió algunas posiciones más. Terminó 21° y Di Palma, al llegar, festejó con Ortelli. "Yo no tuve nada que ver... ¿El Gurí? Un pecho frío. Por lo menos les ahorré la pintura muchachos, se quedan con el 2", dijo al bajarse. Clarito.

Ortelli, al margen de estas dos situaciones, se subió al techo del Chevrolet y alzó una bandera de la marca en medio del viento y el frío santacruceño. Su padre Hugo festejaba también por ahí, diciendo que “nunca había sufrido tanto”. Después subió al podio, donde Di Palma apareció y le dio un pico, de prepo. El Gurí, abatido, tuvo un buen gesto y también trepó a saludarlo. El de Salto, con una sonrisa de oreja a oreja por su tercera coronación, llegó a su casilla rodante y le dio un beso a la Virgen de Luján. Podía parecer un milagro, pero en el medio pasaron cosas.

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Ni él lo creía. Ortelli se bajó del auto en La Plata sin saber que se había consagrado por séptima vez después de una definición tan dramática como polémica, en la que Matías Rossi, después de más de 60 mil kilómetros de carrera en el año estuvo a 500 metros de ganar el título de 2016. Un toque sin sentido de Mariano Werner, el segundo, lo dejó con las manos vacías y el de Salto, a los 43 años, tuvo toda la suerte del campeón junta para descontar 37 puntos cuando había 70,5 en juego.

Werner (luego suspendido por seis meses) se tiró por el pasto y llegó a pasar a Rossi -que planeaba pasar de Chevrolet a Ford y llevarse el número 1-, pero la cola de su Falcon impactó la trompa del Chevy y ambos terminaron afuera de la última curva. Para ese entonces, Ortelli había llegado segundo, mientras los dos arribaron en el medio del pelotón. En medio del descontrol, se cayó la medición de los tiempos en vivo y había confusión sobre la posición de Rossi.

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El de Del Viso figuraba 21° en la pantalla y eso le daba el cetro. El piloto y el Donto Racing, su equipo, festejaban hasta que cinco minutos después (que parecieron una hora) se restableció el sistema y apareció 24°. Esos tres puestos inclinaron la balanza para que Ortelli se lleve su séptimo y último campeonato. Así fue como los gritos se mudaron de una punta a la otra de los boxes y la fiesta fue del JP y de todo Chevrolet.

Entre lágrimas, Ortelli no lo podía creer y se abrazaba con Mateo, su hijo, y Analía, su esposa. El equipo de Rossi quiso hacer un último intento, el de denunciar a los 23 autos que habían finalizado adelante y ver si tres de ellos estaban fuera de reglamento, lo que le faltaba para el campeonato, pero no llegó a tiempo y la Copa de Oro no volvió a cambiar de manos. La suerte del campeón ya estaba echada.

Fotos: HistoriaTC.com.ar y ACTC.
Videos: Carburando.